domingo, 17 de octubre de 2010

Algo sobre Bolivia



   Casas de ladrillo hueco, sin revoque, como peladas, sin terminar. Son miles, cientos de miles que van armando un caracol hacia adentro de la tierra. Al bajar desde El Alto se ve con claridad este espiral de viviendas, que por la noche, con sus luces encendidas, convierten a La Paz en una ciudad bellísima.
   Un diario de hoy dice que ocho de cada diez casas de la capital boliviana no se ajustan a las normas de construcción. Seguramente es cierto o se acerca a una realidad visible. Además del bello efecto que causa La Paz al ser admirada desde arriba, da esa impresión de que un alud o un terremoto se llevaría muchas casas y vidas consigo.
   Como en el resto de los países latinoamericanos, la vulnerabildiad abunda y las catástrofes previsibles nunca lo son. Hablan de la pobreza extrema, la postergación, la precariedad...
   Cierto es que hay lugares en Bolivia, La Paz incluida, que cuentan con viviendas acomodadas, perfectas, lindas y cuidadas, a las que, por empezar, no les falta revoque. La desigualdad en estas tierras es enorme y cuestiones que se amparan en costumbres culturales son el reflejo de la carencia a la que una mayoría de los bolivianos, principalmente la población indígena, fue sometida durante siglos.
   Basura esparcida por doquier. Tierra seca, muy seca, hasta en donde la geografía indica la existencia de un curso de agua.
   Campesinos, mineros, pequeñísimos comerciantes, todos de comunidades indígenas, están acostumbrados al empleo duro, a dejar la vida por poco dinero y mantener a familias numerosas en casas, con suerte de ladrillo, o de adobe, sin servicio de agua corriente ni cloacal.
   Desde la llegada de Evo Morales a la presidencia, en enero de 2006, todos estos aspectos mejoraron. Lanzó la campaña de alfabetización Yo sí Puedo, nacionalizó los hidrocarbruos -lo que se tradujo en un superávit para el país-, implementó los bonos Dignidad -renta vitalicia a los bolivianos de más de 60 años- y Juancito Pinto -un subsidio de incentivo a la escolaridad- y logró las reformas constitucional y agraria, prometidas en su campaña, entre otras cosas.
   Y más allá de los datos, es en la calle donde la población boliviana expresa una realidad de cambio. Obreros, militares, niños, mujeres de polleras, ellos lo dicen, lo viven.
   La postergación, sin embargo, lleva demasiado tiempo y persiste la contradicción entre el "progreso" y la filosofía del buen vivir del gobierno.
   Las actividades extractivas -la minería y los hidrocarburos fundamentalmente- son la base de la economía boliviana, aunque la contaminación que causan afecta a los que menos tienen nuevamente y salta a la luz este choque entre "desarrollo" y bienestar de la población y el planeta, que resulta de difícil resolución hasta para los gobiernos de izquierda latinoamericanos.

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